domingo, 28 de marzo de 2010

...Y DETRÁS ESTABA LA ISLA

....y yo miraba entre los hombros de los dos participantes que me habían tocado en suerte al otro lado de la mesa de conferencias por si saltaba algún pez o pasaba el tío de los barquillos por la orilla....Parisieeeeeennnnnn. Nuestros anfitriones quisieron impresionarnos y prepararon un almuerzo contra el que hubimos de batirnos a cuchillo, cucharra y tenedor, pero la verdad es que él, el almuerzo, nos había vencido. ¡Que sopor! ¡Y qué forma tan terrible de mortificar a la audiencia en la hora sagrada de la siesta! Los dos que tenía enfrente aportaban su granito al plan de tortura. El de la izquierda, muy agresivo lo hacía en términos contundentes, excesivamente bronco para una enumeración rutinaria de las actividades sociales desarrolladas. Puedo asegurar que a pesar de sus esfuerzos, nadie le escuchaba porque nadie se colocó el auricular de la traducción simultánea y puedo dar fe de que ninguno de los asistentes entendía el extraño idioma de los anfitriones. Ella, a la derecha, ilustraba con ejemplos el tostón. Pero entre ellos – Dios aprieta pero no ahoga - se acertaba a ver el horizonte. Se abrían claros, como diría el hombre del tiempo... y allí, salpicada de iconos, estaba ella, la isla protectora de pantalla, un rincón en el universo para echar una buena siesta bajo las palmeras. Y me perdí el discurso, vigilante por si saltaba el pez o pasaba el tío de los barquillos por la orilla de la playa. Mas el otro no callaba y su vecina le seguía apoyando con certificaciones (yo estaba allí y os aseguro que todos nos partimos de risa) apostillas (sí, pero nadie se quedó sin su parte en el pastel) y reconvenciones (bueno, basta de cachondeo. Es hora de ponernos serios y hablar del tema que nos ha traído aquí esta tarde)
Todo empeoró y mejoró en el momento en que apagaron las luces para dar paso al power point. Power pointless, me dio por pensar.
El sopor creció en la penumbra. Temí cabecear a la vista de todos. Pero por otro lado la oscuridad dio fuerza y brillo a la pantalla y ahora el cielo sobre la isla se volvió de azul intenso al reflejar el mar azul. Y me acordé de Mozambique, la canción de Dylan en la que informaba que allí el cielo soleado es aqua blue. Las tres palmeras solitarias se perfilaron en tres o más dimensiones mientras yo descansaba por fin bajo su sombra. Y me pregunté si serían cocoteros o simples palmeras estériles. Lo primero me inquietaba y lo segundo me arrastró en caída libre a las primeras cabezadas. Que les den a los conferenciantes, pensé durante una breve recuperación. Cabeceé de nuevo y en la siguiente remontada añadí este otro retazo de pensamiento: esto no se hace, cabrones. Y con la seguridad que proporciona el estar cargado de razón, cerré rebelde los ojos, me abandoné al sueño y deseé a los conferenciantes que alguien les diera a probar de su propia medicina.