viernes, 16 de diciembre de 2011

CHAQUETON Y MALETA

Me escribe mi hermano anunciando que aún conserva la vieja maleta familiar. La de cuero con cinturones y cantoneras de refuerzo, aquella que surcaba páramos y escalaba puertos en la baca del diminuto Renault, nosotros dentro, camino del verano azul. Siempre cubierta por una lona verde, vaya a ser que le dé por llover. Asegura mi hermano que es idéntica a otra que perteneció a José Antonio Primo de Rivera y que ha reconocido en una foto de prensa. Pura casualidad. Irrelevante. Le he recomendado que la guarde o suelte lastre y la queme. Lo que más gusto le reporte. Ah… esa imagen del navegante soltando bolsas de arena desde la barquilla y el globo elevándose más y más…. Y me he acordado del chaquetón de ante que heredé de mi padre. Me sentía obligado a usarlo por fidelidad a su memoria, por dar gusto a mi madre. Incluso lo llevé al sastre para que le hiciera un lifting - acortamiento de solapas demasiado largas – y poder pasearme con él sin miedo al ridículo. Tal vez añadiéndole unos flecos en las mangas habría adquirido un aire Buffalo Bill. Pero ni por esas. Yo me sentía muy incómodo al ponérmelo, como un impostor metido en la piel de mi padre, en sus zapatos, en sus hechuras. Él utilizaba su chaquetón de ante únicamente para “ir de espor” y esto sólo ocurría en vacaciones. La prenda viajaba con él y con nosotros cada verano en el regreso anual a su pueblo y con ella se paseaba por la alameda de su infancia y saludaba a los amigos de siempre. Durante los duros meses de trabajo él siempre iba “arreglado”, de traje y corbata…. En cuanto a mí, ¿hasta cuando debería mantener en el ropero un chaquetón tan grande y desvencijado, con aquel olor a naftalina rancia? ¿Debería pasarlo a mis hijos y éstos a los suyos como una maldición hasta su desaparición por descomposición de la materia?
Me costó muchos años liberarme del chaquetón. Finalmente lo llevé, junto con otras prendas usadas a una ONG que recoge y reparte ropa entre quienes la necesitan. Al menos eso ponía en la puerta. Supongo que además hacen desaparecer lo que no tiene salida ni en el inmenso mundo de los pobres. ¿Qué más me daba? Estaba anocheciendo y llegué a una nave en una calle trasera de polígono industrial desolado. ¿Dónde si no? Vi montañas de ropa desordenada, juguetes, complementos, las inevitables muñecas decapatidas y un grupo de gente, la mayoría inmigrantes que, al tiempo que trataban de ordenar el caos, guardaban para sí alguna que otra prenda.
Estaba parado en la puerta de la nave contemplando la escena con mi chaquetón en el brazo, cuando un magrebí me preguntó si lo traía para entregar. Lo sé con seguridad porque repitió varias veces “entregar, entregar”. Creo que más que preguntar, estaba dándome la orden de que lo soltara. Apenas afirmé con la cabeza, me lo arrebató y se lo probó. Le quedaba un poco grande pero pareció satisfecho dentro de él. No noté que sintiese nada especial. Enseguida se perdió entre la multitud de gente y de ropa. Y sentí que el globo tomaba altura.
.. y pensé en nuevos viajes familiares en un coche destartalado y con una baca cargada de enseres y regalos tapados por una lona verde de regreso al pueblo, y aún de pie en medio de la nave industrial, vislumbré paseos a la sombra de los grandes cipreses de Ketama y el nacimiento a una nueva vida del chaquetón de mi padre ahora en el cuerpo de un nuevo propietario que nunca sabrá las peripecias de la prenda renacida. Tal vez alguno de sus nietos cuente una vieja historia de un chaquetón que su abuelo trajo de tierras lejanas, de cómo llegaba cada verano para saludar a sus amigos y pasear bajo sus cipreses de la infancia y cómo finalmente, después de pensarlo mucho, se lo entregó a un negro que caminaba de regreso a su pueblo mucho más al sur, más allá del gran desierto y de cómo su abuelo se sintió liberado de una pesada carga, como un navegante que suelta lastre desde el globo…. Salam Alekum…

Nada. Que no nos resignamos a desaparecer. Preservamos la memoria de los que se fueron y a veces hasta sus reliquias, como la maleta de mi hermano o mi chaquetón. Para aliviar este desasosiego se crearían las religiones. Supongo. ¿Cuál de ellas no ofrece el reencuentro en su carta de servicios? Unidades familiares reconstituidas en el más allá y sus miembros vestidos con sus mejores galas del más acá celebrando el reencuentro en torno a la mesa. ¿Por qué queremos que sobrevivan la maleta o el chaquetón? Reencarnación, resurrección, renacimiento, vida eterna. ¿Quién da más?. “Soy el pequeño judío que escribió la Biblia” canta/recita Leonard Cohen en "The Future”. Y es lo que tiene el papel: lo aguanta todo.
Y así fue, chispa más o menos como el hombre de las cavernas cuando no supo qué hacer con el taparrabos del abuelo, inventó, por ejemplo, la parapsicología.

sábado, 3 de diciembre de 2011

神诞生 DIOS A NACIDO SIN HACHE

Es Navidad. Hago cola en la caja del bazar chino. Delante de mí, una pareja de ancianos sostiene un niñojesús metido en una cuna en forma de cruz . Qué mala sombra, pienso. Los chinos son los campeones de la aritmética y saben contar hasta el infinito en español. Sin embargo entablar conversación con ellos no mediando guarismos, es harina de otro costal.  
El adorno navideño del matrimonio incluye una leyenda: DIÓS Á NACIDO. La letra A aparece solitaria, sin hache que la acompañe, y con un par de tilde de propina y otra más sobre Dios como enfatizando su grandeza.  Cuando la pareja llega hasta la caja, el señor mayor ha intentado hacer ver al chino la grave falta de ortografía que supone privar al verbo haber de su hache. El señor chino ha respondido sonriente: cinco eulos. La señora, contrariada, interviene. Considera que su marido no ha logrado desbrozar la jungla cultural que les separa y  repite el mensaje,  pero ahora lo hace gritando: A, SI ES DEL VERBO HABER, SE ESCRIBE CON HACHE. El señor chino, imbatible en el diálogo de sordos, ha replicado, también a gritos: ¡CINCO EULOS!  El hombre y la mujer se miran y deciden recurrir a la mímica. El hombre apunta entonces con su dedo a la leyenda escrita y luego traza en el aire una imaginaria hache gigante. Al terminar, se vuelve satisfecho a su esposa y ella le recompensa con una cabezada de afirmación y una sonrisa. El señor chino ha debido detectar una amenaza en los aspavientos del viejo porque ha arrancado una hoja del cuaderno y ha escrito un número 5 igualmente enorme que planta en las narices del señor mayor. El silencio en la cola  que sigue expectante  la evolución de la escena se puede cortar con un cuter chino.  El hombre, vencido por la evidencia, se ha vuelto a su señora y le ha preguntado: “Paca, de verdad, ¿te gusta el adorno?” Ella ha afirmado con la cabeza. “Pues dale 5 euros a este señor y vámonos".  Xie xie.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

TRIPTANES

Trabajo en un nuevo cálculo inútil. Es un encargo. Trato de averiguar cuantos kilos de indometacina se ha metido en el cuerpo este amigo mío desde que se introdujo en el fascinante mundo de las migrañas. Teniendo en cuenta que el fármaco tiene su presentación en cápsulas de 25 miligramos, que toma 3 por crisis y que ha tenido unas 3.000 crisis en los últimos 15 años, llego a la asombrosa e inquietante conclusión de que mi amigo ha devorado unos 220.000 miligramos de este veneno. Puro veneno trufado de efectos secundarios, ninguno placentero. Acabo de leer en internet que su uso puede llevar a la esquizofrenia. ¡ COOL l dice mi amigo satisfecho ¡ En algún momento, y como quien se retira al campo a descansar, se echó en los brazos de otro grupo de drogas con nombre de héroe de comic: los triptanes. En el delirio que provoca el dolor se imaginaba a estos pequeños guerreros uniformados de bomberos lanzando chorros de agua helada sobre cada uno de los capilares incandescentes. El extraño hormigueo que sentía en todo el cuerpo no era otra cosa, piensa, que el ajetreo de los triptanes en su pugna con otros por llegar los primeros a las líneas de combate, tratando de taponar el avance imparable del sunami de la sangre inundando desbocada venas y arterias hasta golpear, con cada latido, la retaguardia de los ojos, las sienes, alcanzando sin dificultad la nuca, la frente, primero el flanco izquierdo, luego el derecho y finalmente todo el frente de batalla, sangre hirviendo en cada milímetro cuadrado de su cabeza…. y todo esto acontece mientras permanece en calma, tumbado en la oscuridad de la estancia.

Los triptanes, a pesar de las resonancias heroicas de su nombre, huyen despavoridos cuando descubren la magnitud de la contienda y el poder devastador del enemigo. Triptanes que revientan sin presentar batalla como pompas de jabón o son devorados sin dificultad por el dolor. Y mi amigo se veo obligado a llamar a más y más triptanes hasta consumirlos todos y regresar de su retiro para volver a poner los ojos en su vieja amiga indometacina. Y de nuevo experimentar algunos de los efectos más inquietantes que promete el prospecto: desorientación y confusión. Lo más curioso es que con tantos viajes por los mismos parajes, mi amigo ha desarrollado una curiosa habilidad para orientarse en el laberinto.

“Confusión será mi epitafio” cantaban King Crimsom en uno de aquellos discos de terror que tanto gustaban a la juventud progresiva de los 70. Ahora que gracias a la Indometacina visita a la confusión con frecuencia, dice mi amigo que esta no es un estado lo suficientemente solemne como para esculpir su sombre en piedra, mucho menos en el epitafio…. No se que dirán los triptanos.

Mi amigo vive en un escaparate de la calle del Victor. En el mismo Bilbao. Para esto sirven los amigos, para adjudicarse nuestras pesadillas.


jueves, 17 de noviembre de 2011

SHEREZADES

Desde la pared me miran dos perros. Compañeros de alguna etapa de viaje. Un mastín y una pastora alemana. El perro es un anarquista postmoderno, como todos los mastines. Ella, la pastora de los ojos tristes, la reina del Mediterráneo, me espera indolente en la playa donde fuimos felices y practicamos sexo tántrico con los delfines. También me mira mi padre vestido de soldado aunque en realidad está pensando en la dedicatoria que escribirá con pulcra caligrafía en el reverso del retrato: a madre, con todo el cariño de su hijo L. Al poco la guerra pondrá algunas manchas de sangre en el abrigo militar. Pero de momento aparece impoluto. Mucho más arriba, un grupo de mi familia política me observa con curiosidad muchos años antes de ser mi familia política. Aparezco un poco borroso. Les gustaría saber más pero el bebé en brazos del hombre mayor ha roto a llorar y demanda toda la atención del grupo. A ellos se les ve muy lejos, en el tiempo y el espacio, casi en el cielo. En la misma latitud estoy yo mismo, con cuatro añitos. Me miro de reojo, temeroso, y no me reconozco. Tampoco yo reconozco al niño de la foto. También me mira un calendario cirílico. Es del año en curso pero no tiene mucha utilidad porque las fechas señaladas no están señaladas. Un calendario sin Dios ni credo, como los que regalan los chinos en los buffets baratos. Calendarios áridos, inánimes, de 365 días laborables, contraculturales, para colgar en el refectorio de la cooperativa agraria.
Y todos ellos son como Sherezades conjuradas para distraerme de la tarea, para que pierda el tiempo con ellos. El perro me saca la lengua, la perra me invita a sumergirme en el mar a la búsqueda de los delfines amorosos, mi padre cambia constantemente la dedicatoria de la foto y ahora dice a una dama vaporosa que en cuanto termine la puta mili va hacerle el amor en todas las posturas que ha estado imaginando en las noches de guardia. El niño se ha quedado dormido y el grupo familiar me pide que cierre la persiana para que no se despierte. Y el niño que fui me invita a cantar todas las canciones olvidadas. El calendario de la cooperativa agrícola se congela y descongela aleatoriamente…. Y todo ello, como si yo no me diera cuenta de sus intenciones, de su pánico a que se me ocurra pintar la pared, renovar la decoración y ponerlos a todos en el contenedor de basura. Mientras me sigan entreteniendo, estarán a salvo.

viernes, 11 de noviembre de 2011

CADA BARRIO, UN TERRITORIO

CADA BARRIO, UN TERRITORIO interior, cada calle una frontera. Así he parcelado esta ciudad plana surcada de senderos verdes y que cruzo a lomos de la vieja Orbea. Cada barrio es un paisaje recuperado que pedaleo día tras día. Así cruzo las lindes hasta que llego a una recta interminable y entro en el viejo páramo, el paisaje que mejor conozco, el territorio de las lavandas y los silencios, la casa del Señor. Aquí, y no hace tanto, uno de mis antepasados guiando una cuerda de mulos cayó ciego de blancura una mañana de invierno ¿sería un disparo de nieve? El páramo: la casa de la noche negra, de los cielos azules, el refugio de las nubes, el otro lado. Hoy fuerzo un poco la pedalada porque quiero llegar a Villalta antes de que cante el gallo. Solo 4 leguas. En Villalta vive Nadie y la torre del campanario es una estaca de hielo clavada en el cielo estrellado. Aquí siempre he sido bienvenido, aquí siempre vuelvo. En realidad nunca me he marchado de Villalta.

Un semáforo en rojo me detiene al borde del río de coches. Casi caigo de la bici. Tengo que tensar los frenos. Parado en la pista verde, bajo una luz excesiva que lo ilumina todo, observo al africano cargado de paquetes de kleenex. Me mira y sonríe. ¿Dónde están tu páramo y tu Villalta, amigo? ¿Quién los habita? ¿Oíste hablar alguna vez de un disparo de nieve?

lunes, 19 de septiembre de 2011

LA GUITARRA DE TORREBRUNO


De Torrebruno amaba y detestaba todo y lo hacía de forma simultánea. Su simpatía un poco bobalicona, sus trajes brillantes, sus gorgoritos napolitanos, haber sido presentador y telonero de los Beatles en la Plaza de las Ventas…. Y sobre todo su guitarra. Adoraba esa guitarra que él tocaba con técnica única. Una guitarra blanca, ni española ni acústica, ni grande ni pequeña, eso sí, un poco regordeta, entre medieval y Elvis, y una boca ovalada y generosa como la de un mero hambriento. Boca sobre la que volaba el tramo final de mástil, para que Torrebruno pudiera puntear las notas más agudas… pero él nunca punteó porque su maestría radicaba en golpear la caja y rasguear las cuerdas a medio camino entre Peret y el hombre orquesta. Tan pronto aparecía en aquella televisión de pantalla regordeta y verdosa - y  aparecía con harta frecuencia - yo quedaba abducido por el chaca-pun, chaca-pun de su mano derecha sobre la caja, de adelante hacia atrás, breve rasgueo, y de nuevo adelante para un nuevo rasgueo. Me resultaba imposible apartar la mirada de aquel hombre pequeño ni de su mano juguetona. Algunos misterios se llevó a la tumba. ¿De donde sacaría semejante ejemplar?¿Qué sería de ella cuando él falleció?¿Permanecería al lado de su tumba, chaca-pun, chaca-pun, como un perro fiel hasta que el tiempo y la ausencia marchitaron su caja y su alma? En su honor y memoria dejo este video a vuestra consideración http://www.youtube.com/watch?v=osIZnNKl1Z4

Postdata
Con gran consternación descubro el terrible secreto del fin de la guitarra de Torrebruno. Son imágenes muy duras. http://www.youtube.com/watch?v=VatCWuNM7fo

viernes, 29 de abril de 2011

ELLAS BAILAN SOLAS

En las orillas del Ganges, apenas unos pasos por encima de las aguas que vienen del cielo, de los bueyes de piel brillante, de los perros y las vacas, de los parias, los brahmanes, los mendigos los leprosos, los muertos, los moribundos, los remeros, los que buscan y encuentran, los que lloran perdidos en este delirio...en las orillas del Ganges, ellas bailan solas.

miércoles, 19 de enero de 2011

AHORA QUE...

Ahora que… el infierno ya no es un zulo incandescente, que el purgatorio es sólo una lengua breve y transitoria de fuego purificador, apenas unas décimas de fiebre, ahora que Belcebú juega en la liga de Hermann Monster, que San Pedro ha malvendido las nubes, los querubines y demás atrezzo celestial y mata las horas en la tasca, ahora, digo, los supervivientes de aquella adolescencia de deportaciones en casas de ejercicios espirituales y retiros de la mala muerte, desde los que oímos con claridad el crepitar del fuego eterno, aromatizado de azufre, las carcajadas de Satán y las descripciones precisas de las tinieblas en boca de los hombres de negro que se encargaban de nuestra vigilancia, ahora, concluyo, nos sentimos enormemente aliviados y agradecidos a su Santidad y a sus ministros por este esfuerzo de adaptación a los tiempos modernos, donde todo resulta incoloro, insípido y definitivamente inodoro.