jueves, 2 de febrero de 2012

EL MISMO BILBAO 1/2

¿Por dónde empezar? Por las lecturas. Creo recordar, no sin esfuerzo, que en aquel tiempo, en mi casa, lo que había era el Reader's Digest y la Gaceta del Norte. No puedo precisar cuando entraron los 6 volúmenes lujosamente ilustrados de las Crónicas del Ojo de Buey o el mini Espasa de 10 tomos prestos a responder unas consultas que nunca haríamos. Toda esa estantería, la de los lomos de grana y oro, podía haber sido de papel pintado, de pega. La Gaceta era real como la Alhóndiga, la de los hombres trasegando vinos o como el puente de Deusto, sus fauces abiertas al paso de los mercantes. Un periódico indómito por sus dimensiones colosales. Quien haya lidiado y finalmente domado una Gaceta del Norte, podría hoy sentarse en la taza del váter y pasar con gracia y donaire las páginas del ABC con su mano izquierda mientras con la derecha compone mensajes de texto a sus amigos:
Hola a todos. Saludos desde el trono. De vez en cuando levanto la vista del ABC y me miro en el espejo pero no consigo ver mi aura a pesar de haberme leído el manual de Mahirishi Dabutevananda y por ello no puedo avanzar más en el tema del que venimos hablando últimamente:el aura y sus lecturas. I miss you.
El periódico de mis sueños, de este sueño, llegaba doblado y cómodamente asentado en el inmenso bolsillo de la gabardina de "El Búfalo" que mi padre se compró en rebajas. Entonces se utilizaba más el término liquidaciones. Sospecho que mi padre había pasado a mayores con ellas y las llamaba, familiarmente, las liquis. Tenía dos gabardinas de las liquis. Una con corte de abrigo, muy simple y otra plagada de hebillas, cinturones, tirantas, solapas y cuellos descomunales, solo aptas para cabezones. Estaban de moda y todos se atrevían con ellas. La Gaceta prefería el bolsillo de ésta. Humphrey Bogart y Robert Mitchum las habían popularizado. Sin embargo no eran exactamente iguales a las de “El Búfalo”. Yo pasaba horas buscando las diferencias. Las de Bilbao no tenían ese desaliño de las películas. Estaban como almidonadas, tiesas, acartonadas, sin ese encanto canalla que tanto nos gusta. Alguna vez me probé la gabardina de mi padre y me sentí muy extraño, alienado, como si estuviera dentro de un traje de buzo tal vez de astronauta. Decía mi madre que eran muy ponibles. Pobrecilla.
Podríamos concluir –porque hay que concluir con este tema - estableciendo un paralelismo fácilmente comprensible: las gabardinas de Humphrey Bogart eran como las Fender y las de El Búfalo como las Jomadi que vendía Jomadi en la Calle Ávila. A buen entendedor…..
Por su parte el Readerdiges o Royerdaiyes o Raiderrider, incluso el Roy Rogers - según que lo pronunciara mi madre, mi padre, el abuelo o mi hermano mayor aficionado a los tebeos de vaqueros - lo traían cada 30 noches unos ángeles del cielo americano, el más azul de los cielos. Entraban por la ventana como lo hacían el Ratón Pérez o Los Reyes Magos, y dejaban la revista en la alcoba matrimonial, adquiriendo ésta unos tonos pastel que yo identificaba como de Houston. Creo que les poníamos unas copitas de Centerario Terry para calentarles el viaje de regreso a sus bases en Arizona, tierra de ovnis donde las haya. Los mensajeros de Eisenhower observadores de la ley seca, dejaban las copas intactas y siempre olvidaban cerrar las ventanas y así, durante el resto de la noche, los visillos flotarían a merced del viento mientras el Reader's Digest, bañado por un rayo de luna, descansaría feliz sobre la cómoda junto a la crema Pons de Día, Pons de Noche y las sortijas episcopales de mi madre.

Me gustaban los consejos de supervivencia que siempre aportaba el RD. Scoutting , trekking y hiking a mansalva. Instrucciones precisas sobre las mil formas de hacer nudos marineros elementales pero capaces de mantener el Titanic amarrado a los bolardos de Santurce a pesar de la galerna o cómo protegerse de los rayos si la tormenta te pillaba en descampado.
¿Perdido en el desierto sin cantimplora? ¿Te vas a preocupar por una nadería como esta? Al contrario, disfruta la aventura. Un plástico transparente extendido sobre la arena - gracias a nosequé efecto de la condensación de micropartículas de vapor de H2o - te proporcionará hectómetros de agua cristalina. En Arizona, sólo los tontos y los marcianos se mueren de sed.
Las ilustraciones al estilo de Norman Rockwell estaban a la altura de las historias. Botes atestados de náufragos capean la tempestad. Unas manos curtidas trenzan mil nudos marineros. Un mal rayo parte en dos a un granjero cuyo parecido con Fidel Castro es extraordinario. En el desierto de Atacama, 50 grados, un desgraciado extiende un plástico sobre la duna, convencido de que pronto se dará un baño.
Continuará

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