sábado, 15 de febrero de 2014

CHUCHO

Foto SM
Querido chucho:

Vuelvo a la vieja Delhi solo por comprobar si la paciencia ha dado sus frutos y has logrado que el carnicero te lance uno de esos pajaritos fritos empalados y colgados del techo. Recuerdo que al volver cada noche al hotel, allí estabas, en la esquina,  con plaza fija, inmóvil, intemporal, eterno, como casi todo lo que te rodeaba. Nunca, ni siquiera cuando te fotografié por la espalda, te diste cuenta de que yo te observaba con admiración y con un punto de envidia. Incapaz de dominar la ansiedad, la zozobra y el miedo, lo dejaría todo si con la renuncia y el abandono pudiera alcanzar tu paciencia infinita, tu perseverancia en el camino, tu poder de concentración y tu indiferencia ante todo lo que no sean esos deliciosos pajaritos colgados del techo. Te parecerá absurdo que haya venido desde tan lejos sólo por cerciorarme  de que aún sigues en la esquina y de que tengo alguna  posibilidad de continuar el aprendizaje a tu lado. Tengo miedo - otra vez el miedo -  de que, al caer la tarde, cuando la ciudad se tiende perezosa al sol rojo para estallar en colores y el caos sinfónico inunde las calles, ya no estés en la esquina. No sabría donde buscarte en este laberinto de callejones donde siempre seré un extraño si no te encuentro. Esta ciudad. Tu ciudad.