miércoles, 2 de marzo de 2016

LA GUERRA NUESTRA

Buenaventura de Dios, en el centro de pie, con Kasparov, a la derecha.
Invariablemente, después de la cena, con los turrones y los licores, llegaba a la mesa el recuerdo de los primeros días de exaltación y la tranquilidad de aquel primer destino de lujo custodiando el hotel donde se alojaba la delegación de la URSS. Entonces nos reíamos con la historia del ruso Kasparov.  A fuerza de escucharla año tras año,  terminamos por llamarle Caracol y hacerle un sitio en la mesa. Luego nos embargaba el desasosiego ante la forma en que vimos caer al primer compañero abatido por un disparo certero.
Padre, si no le importa, ahora un mantecado y otra copita de pacharán que estamos llegando a Guernica. Llena pues, que buena falta hace para pasar el trago de entrar en Guernica y ver lo que yo vi la noche del 26 de Abril ...

Y así, año tras año, escuchando su historia, su guerra terminó siendo la guerra nuestra.

Cada uno de los miembros de Guadaltintero ha escrito un relato. Todos están cruzados. Así comienza el de un miliciano del Batallón Baracaldo:


En la ambulancia, camino del hospitalillo, recordé algo que madre habría de repetirme una y mil veces: el apellido, que quieras o que no quieras, te lo dio padre, pero el nombre te lo tenía guardado desde que te sentí en el vientre. Él te protegerá siempre. Ni vacas ni tierras habré de dejarte. Sólo el nombre para que te guarde de todo mal.

—Camarada, ¿cómo te llamas? preguntó el camillero.
— Buenaventura de Dios Bardón —respondí y al hacerlo sentí que estaba masticando tierra.
—Manda huevos. De Dios. Con ese nombre debiste apuntarte en el batallón Ochandiano. Allí están todos los tragahostias del PNV.
—Soy del Baracaldo, de la UGT.
—Pues hoy os han dado pal pelo. Sin embargo, habéis tomado Peña Lemona. Sois unos campeones.
—Anda, déjate de películas y sácame de aquí.
—Aparte del tiro en el brazo ¿Tienes algo más?
—Creo que no. ¿Te parece poco?
—Me parece suficiente para que te den la blanca y, si tienes enchufe, te manden a casa. Has tenido suerte después de todo. De esta sales bienaventurado.
—Buenaventura —corregí.
—Eso, Buenaventura el bienaventurado.
—Coño, se llama como el Durruti —apostilló el otro camillero
—Es que en León todos nos llamamos igual —respondí, y me animé al escuchar mi propia voz bromeando.

Se puede descargar completo, junto con otros relatos del colectivo Guadaltintero, de Amazon. Salud Camaradas.